martes, 9 de octubre de 2012

Tertulia audiovisual I


Como vimos, pensar el audiovisual pasa por entender y reconocer sus componentes sintácticos y semánticos. La teoría y el uso continuado del lenguaje audiovisual privilegia a uno de ellos: El plano. Por ello nuestras primeras tertulias han girado en torno a ese concepto.

Hemos definido y reconocido el plano en dos categorías que lo unen a una etapa de la cadena de producción: Plano como unidad de rodaje, y Plano como unidad de montaje o edición.

Así, en el rodaje, el Plano será la unidad de tiempo y espacio que recorta la realidad en trozos bidimensionales:


Bidimensionalidad del plano
Tipos de plano según tamaño bidimensional

 Y en el montaje,  el Plano será la unidad de tiempo que al unirse con otros reconfigurará una nueva realidad narrada: 




Sin embargo estas definiciones categóricas se tornan sincréticas a la hora de entender y comprender lo que llamamos Plano, así que hemos propuesto otra unidad de análisis que amplía dicha construcción epistémica del Plano: El Encuadre.

El Encuadre sería homónimo al plano, pues designa a todo lo que está dentro del cuadro  audiovisual, o aquello que es capturado por el objetivo de la cámara. Pero debemos reconocer que no es tan vacía su significación y constitución dentro de la semántica y la sintáctica audiovisual, ya que dentro del cuadro podemos identificar subunidades significantes, como son: el ángulo de la captura, el tamaño del plano, la composición o distribución de los elementos plásticos y actorales en dicho cuadro, el movimiento que éstos y la cámara tengan, las tonalidades de la luz, la profundidad del enfoque o de campo, adicional a los sonidos que este pueda contener. Pero lo más importante de esta nueva unidad semántica y sintáctica, es que además de encuadrar trozos de la realidad, lo que en realidad hace es dejar huellas de esa realidad que oculta o destroza. Es así como podríamos decir, con André Bazin, que el Encuadre es el gran ocultador, ya que el marco de una pantalla, los bordes, no son más que "una pieza de enmascaramiento que entrega sólo una parte de la realidad" que sigue existiendo fuera de esos bordes, fuera de nuestra vista, ya que "no hay laterales de la pantalla".

Por ello, el gran ocultador, el Encuadre, también es quien más nos muestra de la realidad que fragmenta, al funcionar simultáneamente como fuerza centrípeta y centrífuga de nuestra mirada y atención. El Encuadre, por tanto, agrupa las dimensiones unitarias y sincréticas del plano como significación, ya que en sí mismo tiene preformadas la unidad de recorte espacio temporal y la unidad de recomposición de ese espacio temporal.

Volviendo a citar a Bazin, diremos que entendemos por “imagen” (Encuadre),  todo lo que puede añadir a la cosa representada su representación en la pantalla. Dicha aseveración nos lleva a hablar de un lenguaje en el que la imagen y el sonido no cuentan en principio por lo que añaden a la realidad sino por lo que revelan en ellos.

¿Y qué es lo que revelan?

Diríamos que revelan espacios y tiempos que unidos generan nuevos espacios y tiempos.
Dicho así, tendríamos que hablar ya no del Encuadre ni del Plano como unidades de significación, sino de sus articulaciones semánticas. Pero antes debemos terminar de mirar los aspectos constitutivos que acabamos de mencionar: "Espacio" y "Tiempo", para luego ver cómo se articulan.

El Espacio estaría dado por lo visto: el tamaño del cuadro o del plano, es decir su bidimensionalidad de recorte, la composición de los elementos que decidimos incluir dentro de ese recorte y la posibilidad centrífuga que los bordes añaden a la comprensión del recorte.

¿Y el tiempo?

Si bien el audiovisual, como cualquier forma de relatar y representar la realidad o su verosímil, manipula el tiempo (sea alargándolo, acortándolo, deteniéndolo, alternándolo, pasando del presente al futuro y al pasado), tiene esta licencia, precisamente, porque parte de una vinculación interpretativa del tiempo real sensorial con el tiempo narrativo o relatado. Dicha vinculación implica que el espectador asume las cosas como si sucedieran en la vida real. Y ese suceder en la vida real implica que el tiempo transcurre igual. La pregunta inmediata es: ¿cómo puede transcurrir igual el tiempo en la vida real que no tiene cortes ni detenciones, ni alternaciones, con el del audiovisual que sí los tiene?

Miremos este video:



Vemos una alteración total del real transcurrir de las cosas. Sin embargo nadie considera que lo narrado en el video sea inverosímil. Y esto se debe a que se respetan los códigos imaginarios de representación del tiempo. Es decir, como espectadores asistimos a un tiempo imaginario que metafóricamente adecuamos a nuestras vivencias y a nuestra lógica material y mental. Dicha adecuación pasa por una reconstrucción, o mejor dicho, por un completar y agrupar: poner en línea todo lo que está en el lugar no preciso y añadir los acontecimientos que se obliteran de lo que conocemos como "natural" de la vida.

Así, entonces, podemos hablar de tres categorías que se unen a la categoría espacial del Encuadre:
                                       Tiempo Real – Tiempo Narrativo – Tiempo Fílmico

El Encuadre puede referir al tiempo real en el que la cosa representada existe, o bien a un tiempo imaginario o narrativo en el que se inserta esa cosa representada. Pero, además, también dicha representación, real o narrativa, está atada a una velocidad de lectura o interpretación, pautada por el tiempo fílmico, que no es más que la duración de dicho fragmento, es decir, el tiempo de exposición.

Miremos este video:


A diferencia del anterior, acá el tiempo fílmico se asume igual al real. Y podemos hacer esa aseveración debido a que el Encuadre no tiene cortes ni uniones. Es decir, la unidad espacio–temporal no está fragmentada y puesta en recomposición en un posterior montaje o edición. Por lo tanto su duración corresponde a lo "natural" o normal, no así su narración, la cual, gracias al anclaje de la voz relatora, y  algunos artilugios de la plástica del Encuadre,  comprime 193 años en 6 minutos.

En conclusión, la unidad sintáctica y semántica del audiovisual, que hemos dado por llamar Encuadre, y que comúnmente simplificamos en la designación Plano, actúa como un fragmentador de la realidad. Realidad que está compuesta por un espacio físico determinado y por un tiempo de ocurrencia determinado. Ambas categorías pueden ser manipuladas. Entender cómo y cuándo son manipuladas hará que podamos comprender sus articulaciones, su sintaxis para lograr un  relato. Y es a esa sintaxis a lo que dedicaremos nuestras próximas tertulias.

















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